Alberto Casarín, Gonzalo Villar
Departamento Técnico y Científico | GRUPO NUTEC®
Introducción
La óptima productividad de las aves depende del conjunto de medidas empleadas para satisfacer sus necesidades nutrimentales, sanitarias, genéticas y de bienestar animal. Para las aves, por ser animales homeotérmicos, la temperatura ambiental es un factor clave relacionado con su confort térmico, siendo fundamental que se encuentren dentro de su zona de termo-neutralidad para expresar su máximo potencial genético y también aprovechar las estrategias nutricionales implementadas dentro de la granja. En el caso de las gallinas ponedoras, se ha observado que el confinamiento en jaula disminuye su capacidad de adaptación térmica, principalmente por la dificultad de locomoción al momento de ser expuestas a condiciones ambientales extremas (Yahav, 2007).
El límite crítico de la zona de confort puede variar en función de la edad, peso, estirpe, tiempo de exposición a temperaturas extremas, composición corporal y cobertura de plumas (Leesen et al., 2001). Cuando se está fuera de esta zona de confort, las aves modifican su comportamiento y sufren alteraciones fisiológicas para poder mantener la homeostasis (Kucuk et al., 2003). Como es conocido, las bajas temperaturas que se presentan en el invierno representan un desafío para las aves, por lo que programas sanitarios apropiados adicional a un manejo nutricional adecuado y bien equilibrado, permitirá que las aves experimenten menores perdidas en su desempeño productivo en esta época del año. Un ejemplo de ello es que tradicionalmente el uso de alimentos fibrosos ha estado enfocado en la alimentación de rumiantes, sin embargo, existe una tendencia de investigación en la búsqueda y entendimiento del rol de la fibra en la dieta de aves (Lee et al., 2003). En diversas investigaciones se ha demostrado que la inclusión moderada de diferentes fuentes de fibras en la dieta mejora el desarrollo de los órganos digestivos (Gonzáles et al., 2007), incrementa la producción de ácido clorhídrico, ácidos biliares y las secreciones enzimáticas (Svihus, 2011). Estos cambios se relacionan con una mejor digestibilidad de los nutrientes (Amerah et al., 2009), un mayor crecimiento (Gonzáles et al., 2010), mejor salud del tracto gastrointestinal (TGI) (Peréz et al., 2011) y bienestar animal (Van Krimpen et al., 2009). Dado que la información relacionada a los efectos de las bajas temperaturas en la producción de carne y huevo es limitada, el objetivo de esta publicación es realizar una revisión bibliográfica sobre el efecto del invierno en las aves y algunas estrategias nutricionales a considerar para mejorar su desempeño zootécnico.
Adaptaciones fisiológicas de las aves durante el invierno
La óptima productividad puede ser obtenida cuando los animales están dentro de su zona de termoneutralidad, es decir, dentro del rango en que el animal no requiere producir o perder temperatura corporal y su metabolismo es mínimo (Laganá, 2012). La superficie corporal de las aves está caracterizada por la presencia de una capa de plumas, con gran importancia en situaciones de frío, ya que funcionan como aislantes. La actividad vasomotora en la piel cubierta por plumas es mínima (Shinder et al., 2007); esta es la razón por la cual muchas aves expanden sus plumas durante los períodos de clima frío y crean más espacio entre su piel y el ambiente. El aire atrapado contra la piel del ave proporciona un aislamiento efectivo contra las temperaturas más frías (Buchanan, 2015). Las áreas desprovistas de plumas como las patas y área facial son fundamentales en el proceso termo-regulatorio, así como las regiones corporales altamente vascularizadas como la cresta y barbilla (Castilho et al., 2015).
El límite inferior de la zona de confort está en torno de 25°C debajo de la temperatura corporal. Un ave adulta tiene mayor capacidad de adaptarse a temperaturas bajas que al calor, (Kucuk et al., 2003). La temperatura óptima para el desempeño general es de 20°C (Gentle, 1985) no obstante, cuando el organismo necesita producir energía para compensar el frio, ocurrirán pérdidas en la producción, disminución de la tasa de crecimiento y activación de la musculatura esquelética para la producción de calor vinculada a los procesos vitales (Garcia, 2003). En un ambiente frio, las aves aumentan su catabolismo por la mayor demanda de energía exigida para mantener su homeotermia, por lo cual tienden a incrementar el consumo de la ración (Garcia, 2003; Kucuk et al., 2003; Laganá, 2012). En gallinas ponedoras, las bajas temperaturas causan efectos adversos como disminución de producción de huevo, menor digestibilidad de los nutrientes y una disminución en la eficiencia alimentaria (Sari M, 1993).
La cantidad de calor generado por procesos metabólicos está relacionada con la cantidad y la calidad del alimento consumido. Un ave regulará su temperatura corporal para compensar la pérdida de calor, modificando internamente la rapidez con la que moviliza grasas y carbohidratos para obtener energía. Por esto, proporcionar un alimento completo y equilibrado en todo momento, permitirá que se consuma el alimento necesario para mantener la temperatura corporal adecuada (Buchanan, 2015).
Estrategias nutricionales para mejorar el desempeño productivo durante el invierno
La presentación física de la ración es importante, ya que una dieta peletizada promueve un aumento de consumo y rápido crecimiento en el pollo de engorda; lo que podría provocar insuficiente oxigenación para el desarrollo muscular y mayor trabajo cardiaco, con la posibilidad de ocasionar síndrome ascítico. Por esta razón, como estrategia en invierno, algunos autores proponen emplear alimentos con presentación en harina y/o migaja (Laganá, 2012).
Durante los meses de invierno se observa un incremento en el consumo de alimento debido a la necesidad de generar calor y poder mantener una temperatura corporal constante. Un gramo de proteína o carbohidrato consumido aporta cuatro calorías y cada gramo de grasa consumida proporciona nueve calorías. Sin embargo, la grasa tiene una tasa de incremento de calor relativamente baja, lo que significa que una menor cantidad de calor corporal (calor extra) es producida por la ingestión y la metabolización de una caloría proveniente de grasas que aquella proveniente de proteínas y/o carbohidratos (Buchanan, 2015). La estrategia idónea es aumentar la energía de la dieta con la finalidad de mantener la ingesta constante de alimento, el crecimiento del ave y la conversión de alimento, donde la provisión de calorías deberá provenir de cereales en vez de grasas, para así generar un mayor incremento calórico, sin crear una ingesta adicional de proteínas y minerales.
Otro factor importante es la disminución de los niveles de sodio en la dieta, ya que este nutriente promueve una mayor ingesta de agua y, por lo tanto, mayor humedad de la cama (Laganá, 2012). Lo cual no es deseable en épocas de bajas temperaturas ya que podría resultar en un incremento de enfermedades respiratorias. Por otro lado, en aves se emplean dietas de alta digestibilidad debido a que la velocidad de paso de las partículas alimenticias consumidas es elevada (Tabla N° 1). La excreción máxima se produce 8 horas después de la ingesta del alimento y la evacuación total se produce alrededor de 30 horas post ingesta, dependiendo del tipo de dieta suministrada y del tamaño de la partícula alimenticia (Suárez 1998).
En monogástricos, los efectos fisiológicos de la fracción de fibra de las dietas no fueron motivo de interés durante años, los primeros estudios se limitaban a evaluar los efectos negativos de la fibra bruta sobre la productividad en animales jóvenes, haciendo énfasis en la necesidad de reducir los niveles en las dietas, debido a su impacto negativo sobre palatabilidad, digestibilidad de los nutrientes y productividad (Schiavon et al., 2004). Sin embargo, en los últimos 10 años numerosos investigadores han trabajado en aspectos fisiológicos relacionados con la fibra:
- Sensación de saciedad.
- Relación con el bienestar animal.
- Incidencia de úlceras, colitis inespecíficas y otros procesos digestivos.
- Diversidad de la Microbiota.
- Actividad de la molleja.
- Motilidad del TGI.
También, la fibra insoluble puede mejorar la salud y reducir el riesgo de procesos entéricos patológicos (Mateos et al., 2006). En la actualidad, ya no se considera a la fibra como un simple factor anti-nutricional, ya que dependiendo del tipo y cantidad incorporada a la dieta puede afectar de forma positiva la productividad del animal (Schiavon et al., 2004). Las dietas utilizadas en invierno deberán tener un mayor aporte de fibra con el fin de ayudar al incremento calórico (Hurwitz y Weiselberg, 1980). La selección del tipo apropiado de fibra para cada animal (Tabla N° 2) y el efecto deseado, hace que las dietas fibrosas sean importantes para los sistemas de producción. Tradicionalmente se ha usado fibra cruda como referencia en alimentos para aves, sin embargo, la fibra total dietaría (TDF) y sus componentes; fibra dietética soluble (FDS) y fibra dietética insoluble (FDI) son más apropiadas por los polisacáridos amilaceos y no amiláceos que los constituyen (Lee et al., 2003).
Con el objetivo de garantizar el seguimiento eficiente de las explotaciones pecuarias, en GRUPO NUTEC® se trabaja activamente en la formulación dinámica y el monitoreo técnico en campo a través de:
- Análisis del aporte nutricional de los ingredientes usados para la formulación de dietas.
- Seguimiento técnico a las parvadas.
- Ajustes nutricionales de acuerdo con los parámetros zootécnicos y épocas del año.
- Búsqueda de la mayor utilidad generada en el negocio avícola.
- Estudios Costo-Beneficio para determinar el impacto de nuevos ingredientes que optimicen el costo de producción, sin afectar el desempeño de las aves.
- Seguimiento operativo en la planta de alimentos para asegurar calidad e inocuidad en alimentos terminados.
Además de lo antes mencionado, se realiza un seguimiento experimental constante en el Specialized Animal Nutrition Research Network (SANUREN) para validar las estrategias nutricionales que favorecen los parámetros zootécnicos de las aves que promuevan una buena integridad intestinal y bienestar en las aves.
En resumen, la formulación de alimentos con diferentes perfiles nutricionales puede ayudar a mejorar el rendimiento de las aves en climas fríos, pero no sustituirán el manejo adecuado de las fuentes de calor y la ventilación dentro de las casetas de producción.
Bibliografía
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